Es posible imaginar a Chile como un país que genere en forma autónoma y segura la energía necesaria para el buen vivir de sus habitantes, buen vivir que conlleva indisolublemente la conservación de su naturaleza,generando descentralizadamente al menos una parte de la energía que consume e incluso aportando a un sistema interconectado en momentos de excedente...
Opinión de Luis Mariano Rendón E.*
La geotermia es una fuente de energía que ha atraído fuertemente a la humanidad desde tiempos inmemoriales y esta ha encontrado diversas maneras de aprovechar ese calor bienhechor. Hoy, tecnologías adecuadas permiten usarla más eficientemente, sea en modalidades difusas o intensivas. La energía geotérmica difusa utiliza la mayor estabilidad térmica de las capas superiores del suelo, en comparación con el aire. Mediante sistemas domésticos de bombeo, permite calefaccionar hogares y calentar agua sanitaria. En Chile ya existen sistemas de este tipo funcionando exitosamente.
Por su parte, la energía geotérmica intensiva se obtiene de fuentes específicas desde las cuales es posible acceder al calor proveniente del magma de las profundidades de la Tierra y con él abastecer sistemas centralizados de calefacción o producir energía eléctrica. En Chile se han identificado hasta el momento 120 fuentes geotérmicas intensivas, repartidas de Arica y Parinacota hasta Aysén, con un potencial de generación estimado en 16.000 MW, vale decir, más que toda la energía que actualmente genera el país. En el mundo, países como Islandia, Nueva Zelandia, Filipinas, Estados Unidos, México e Italia ya hace años aprovechan sus fuentes geotérmicas generando electricidad. Desde el año 2.000, Chile cuenta con un marco jurídico para esta fuente energética, el que concibiéndola como patrimonio del Estado, permite otorgar concesiones para su aprovechamiento.
Un reciente accidente en un pozo de exploración a unos kilómetros de El Tatio, generó por algunos días una fumarola de varias decenas de metros, hasta que la misma empresa exploradora la controló. El evento alcanzó gran difusión. No es completamente descartable algún tipo de daño ambiental, que naturalmente debiese ser reparado por sus causantes. Con todo y por tratarse fundamentalmente de vapor, todo hace pensar que de producirse, sería un daño menor y de pronta recuperación, incomparable con los graves daños producidos corrientemente por la extracción, tráfico y consumo de petróleo y sus derivados o el catastrófico daño que sabemos genera un accidente nuclear, como ocurrió en Chernobyl. Por otro lado, no se han reportado en este mismo período disminuciones en la intensidad de las fumarolas de El Tatio, lugar de gran atractivo turístico a nivel internacional.
Es perfectamente razonable la preocupación de las comunidades que pudiesen verse afectadas, para algunas de las cuales determinados lugares tienen un verdadero carácter sagrado. Es muy entendible también la inquietud de las empresas ligadas a la actividad turística de la zona. Sin embargo, la verdad es que en algunos actores políticos se ha podido percibir una cierta sobre reacción. No ha dejado de llamar la atención la actitud casi horrorizada de un candidato presidencial ante la fumarola de vapor, el mismo que no ha dicho nada frente a los anuncios de construir en nuestro territorio 8 nuevas megacentrales termoeléctricas y que no oculta tampoco sus simpatías por traer a nuestro país las fatídicas centrales nucleares.
Las actividades ligadas a la geotermia deben encuadrarse en el pleno respeto a las normas ambientales vigentes. Debe resguardarse el valor paisajístico y turístico de las zonas donde estas se efectúen y especialmente, deben ser respetados los derechos de las comunidades de pueblos originarios eventualmente afectadas. Sin embargo y al mismo tiempo, debiese ser una prioridad de política pública impulsar el sabio aprovechamiento de las fuentes energéticas de bajo impacto ambiental.
Es posible imaginar a Chile como un país que genere en forma autónoma y segura la energía necesaria para el buen vivir de sus habitantes, buen vivir que conlleva indisolublemente la conservación de su naturaleza. Para ello se debe combatir fuertemente el derroche; se precisa utilizar tecnologías preservadoras y eficientes; se debe propender a que cada hogar alcance grados crecientes de autosuficiencia energética, generando descentralizadamente al menos una parte de la energía que consume e incluso aportando a un sistema interconectado en momentos de excedente. Es posible también, en un programa de ese tipo, aprovechar aquellas energías que menos daño causan a Chile y al planeta. Dentro de ellas, sin duda la geotermia debiese tener un lugar preponderante.
* Coordinador Movimiento Acción Ecológica
Opinión de Luis Mariano Rendón E.*
La geotermia es una fuente de energía que ha atraído fuertemente a la humanidad desde tiempos inmemoriales y esta ha encontrado diversas maneras de aprovechar ese calor bienhechor. Hoy, tecnologías adecuadas permiten usarla más eficientemente, sea en modalidades difusas o intensivas. La energía geotérmica difusa utiliza la mayor estabilidad térmica de las capas superiores del suelo, en comparación con el aire. Mediante sistemas domésticos de bombeo, permite calefaccionar hogares y calentar agua sanitaria. En Chile ya existen sistemas de este tipo funcionando exitosamente.
Por su parte, la energía geotérmica intensiva se obtiene de fuentes específicas desde las cuales es posible acceder al calor proveniente del magma de las profundidades de la Tierra y con él abastecer sistemas centralizados de calefacción o producir energía eléctrica. En Chile se han identificado hasta el momento 120 fuentes geotérmicas intensivas, repartidas de Arica y Parinacota hasta Aysén, con un potencial de generación estimado en 16.000 MW, vale decir, más que toda la energía que actualmente genera el país. En el mundo, países como Islandia, Nueva Zelandia, Filipinas, Estados Unidos, México e Italia ya hace años aprovechan sus fuentes geotérmicas generando electricidad. Desde el año 2.000, Chile cuenta con un marco jurídico para esta fuente energética, el que concibiéndola como patrimonio del Estado, permite otorgar concesiones para su aprovechamiento.
Un reciente accidente en un pozo de exploración a unos kilómetros de El Tatio, generó por algunos días una fumarola de varias decenas de metros, hasta que la misma empresa exploradora la controló. El evento alcanzó gran difusión. No es completamente descartable algún tipo de daño ambiental, que naturalmente debiese ser reparado por sus causantes. Con todo y por tratarse fundamentalmente de vapor, todo hace pensar que de producirse, sería un daño menor y de pronta recuperación, incomparable con los graves daños producidos corrientemente por la extracción, tráfico y consumo de petróleo y sus derivados o el catastrófico daño que sabemos genera un accidente nuclear, como ocurrió en Chernobyl. Por otro lado, no se han reportado en este mismo período disminuciones en la intensidad de las fumarolas de El Tatio, lugar de gran atractivo turístico a nivel internacional.
Es perfectamente razonable la preocupación de las comunidades que pudiesen verse afectadas, para algunas de las cuales determinados lugares tienen un verdadero carácter sagrado. Es muy entendible también la inquietud de las empresas ligadas a la actividad turística de la zona. Sin embargo, la verdad es que en algunos actores políticos se ha podido percibir una cierta sobre reacción. No ha dejado de llamar la atención la actitud casi horrorizada de un candidato presidencial ante la fumarola de vapor, el mismo que no ha dicho nada frente a los anuncios de construir en nuestro territorio 8 nuevas megacentrales termoeléctricas y que no oculta tampoco sus simpatías por traer a nuestro país las fatídicas centrales nucleares.
Las actividades ligadas a la geotermia deben encuadrarse en el pleno respeto a las normas ambientales vigentes. Debe resguardarse el valor paisajístico y turístico de las zonas donde estas se efectúen y especialmente, deben ser respetados los derechos de las comunidades de pueblos originarios eventualmente afectadas. Sin embargo y al mismo tiempo, debiese ser una prioridad de política pública impulsar el sabio aprovechamiento de las fuentes energéticas de bajo impacto ambiental.
Es posible imaginar a Chile como un país que genere en forma autónoma y segura la energía necesaria para el buen vivir de sus habitantes, buen vivir que conlleva indisolublemente la conservación de su naturaleza. Para ello se debe combatir fuertemente el derroche; se precisa utilizar tecnologías preservadoras y eficientes; se debe propender a que cada hogar alcance grados crecientes de autosuficiencia energética, generando descentralizadamente al menos una parte de la energía que consume e incluso aportando a un sistema interconectado en momentos de excedente. Es posible también, en un programa de ese tipo, aprovechar aquellas energías que menos daño causan a Chile y al planeta. Dentro de ellas, sin duda la geotermia debiese tener un lugar preponderante.
* Coordinador Movimiento Acción Ecológica
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