“Estamos dispuestos a todo en contra de la instalación del ducto. Pero lo vamos a hacer dando la cara. Esta situación se puede tornar grave, porque estamos dispuestos a morir en esta lucha. Vamos a defender lo nuestro hasta la muerte”, así de tajante fue el lafkenche Reinaldo Lienlaf, de la comunidad de Maiquillahue, respecto a la instalación del emisario de Celco cerca de un sitio sagrado donde realizan ceremonias ancestrales.
El ducto asoma con fuerza como un nuevo conflicto ambiental, entre la celulosa y las comunidades indígenas costeras del sector que comprende desde Mehuín hasta Curiñanco. La inquietud de las colectividades mapuche es gatillada por el emisario que botará los Riles en el mar, el que -argumentan- arruinará la vida de los seres que viven en el mar, su sustento y el pilar de una cultura con raíces ancestrales.
La desigualdad de los actores en este escenario es evidente. Las comunidades son pequeñas y pobres, mientras que Celco, en su rubro, es un gigante a escala mundial. Pero, Goliat fue derrotado una vez. La filial de Copec perdió la batalla en 1998, cuando pretendía instalar el emisario en Mehuín. La lucha fue dura, pero Mehuín dijo no y fue una de las pocas veces, sino la única, en que un pueblo se rehusó a ser afectado por un megaproyecto insensible a los daños que provocan al entorno natural, social y humano. Hoy la trifulca está por comenzar nuevamente...
Charles Klimber, gerente comercial de Celco, hizo público a un medio capitalino que “estamos evaluando la zona entre Chan Chan y Punta de la Iglesia, al sur de Mehuín. Estamos haciendo estudios marítimos y terrestres, pero aún no hemos determinado el trazado exacto”. Dichos lugares son cercanos a Mehuín y es donde precisamente está ubicado el lugar sagrado.
Lienlaf, con lágrimas en sus mejillas, nos cuenta sobre el sitio divino: “Ahí también existe un Menoko, que es el lugar donde se deposita el rehue una vez que termina el nguillatún. El rehue señala el centro del universo, es el punto de referencia con el cosmos y permite la comunicación entre los actuales, los antepasados y el espíritu de Nguenechen, el hacedor generoso, Señor de la justicia, el que da la vida al mapuche. Además, hay un cementerio ubicado un poquito más arriba, donde descansan nuestros antepasados. Esto es sagrado para nosotros, por eso que nos preocupa y nos da mucha pena que nuestra cultura vaya a ser vulnerada por los actos de Celco”.
El comunero cuenta acerca del nguillatún que se realiza una vez al año en Maiquillahue, en el que participan más de 3 mil personas de todo el sector agradeciendo a la naturaleza por los recursos que provee. Está al tanto del impacto ecológico que sufrirá la zona, también conocida como “Isla de los pinos”, la que es rica en recursos del mar, y que además posee una abundante flora y fauna.
Lienlaf es “nacido y criado” en el sector de la bahía de Maiquillahue y Alepué. Su vida la ha dedicado a la pesca, al igual que toda la gente de la bahía y se verá directamente afectado si es que el ducto de desechos tóxicos se instala en ese lugar, ya que posee un cultivo de locos.
Los moluscos que tiene Lienlaf se encuentran a menos de 200 metros del lugar donde se evalúa instalar el emisario, por lo que es grande su preocupación: “Un día íbamos pasando por la playa y cuando miramos para abajo nos encontramos con unos instrumentos ahí instalados”, recuerda de la vez que se enteró de la instalación del anemómetro, el que estaba en una especie de jaula de metal.
Según un documento que posee el representante de la agrupación Newen Che Fill Mapu y vicepresidente de la asociación Mahuenco, Alejandro Caniulaf, Celco ofreció 2 millones 400 mil pesos a la comunidad para instalar el anemómetro que monitorea la playa de Alepué, dinero que fue aceptado por dos lugareños que están inscritos en la lista de contactos de la Celulosa.
DESASTRE CULTURAL
En la ceremonia sagrada, el pueblo mapuche agradece una vez al año la buena provisión de la naturaleza, en este caso la tierra, el mar y sus respectivos recursos. Sin embargo, la construcción del ducto de desechos tóxicos en ese sitio, pondrá dudas y contradicciones en este agradecimiento, lo que preocupa enormemente a las comunidades del sector por este daño hacia la cultura indígena. Respecto a esto, Caniulaf apunta: “La gran pérdida, además de la contaminación, va a ser el desastre cultural que se va a generar, ya que nuestros ancestros están presentes en este sitio y en las rogativas milenarias que se realizan acá”.
Caniulaf asegura que la Municipalidad de San José de la Mariquina estableció un convenio con Celco, el que estipula que el ducto no debe pasar por la playa de Mehuín, sino kilómetros más al sur, donde están los terrenos que habitan estas comunidades. Todo esto según lo que le habría dicho René Sanhueza, al que cataloga de “punta de lanza” de Celulosa Arauco, ya que fue enviado desde el principio a conversar con las comunidades, prometiendo soluciones que nunca se dieron. Lo más curioso es que Sanhueza no tenía ningún cargo definido dentro de Celco.
Respecto a la relación que alguna vez tuvo Caniulaf en coordinación con Celco, el vocero se escuda en que “lo que pasa es que al principio ellos nos comunicaban todos sus movimientos, los planes que tenían y todo. Pero siempre le dije a la gente que tuviera cuidado si es que iban sin mí a visitarlos”. Y agrega: “ellos, al principio, no llegaban diciendo que eran de Celco. Preguntaban muchas cosas y luego ofrecían maravillas. Ellos sabían que se podían aprovechar de la ignorancia de la gente”. También cuenta que Sanhueza decía que tarde o temprano estas personas iban a ceder a sus incentivos. Así lograron incluso que una comunidad de Mehuín, que son familiares directos de Caniulaf, en un momento apoyara a Celco.
Entonces cabe preguntarse por qué Alejandro Caniulaf y Rosa Quilaqueo, quien lo contactó para que sea el enlace con Celco, no les contaron a las comunidades que la empresa estaba persiguiendo los intereses que se conocen.
“Sanhueza nos utilizaba a nosotros y a los trabajadores. Se nos chantajeó con la parte social de los obreros. Empezaron a decirnos que necesitaban un apoyo concreto de nosotros para enviar a Santiago, y como a nosotros nos interesaba la parte laboral y que la gente no quedara sin pega, les prestamos apoyo como organización y personalmente. Pero desde entonces me di cuenta que ha sido el error más grande que pude haber cometido”, asegura Caniulaf.
Alejandro cuenta que una vez que consiguieron lo que querían y vieron que podían llegar sin problemas hasta las comunidades, “comenzaron a trabajar solos y a nosotros no nos tomaron en cuenta. Entonces empezaron a gestionar la construcción del emisario”, manifiesta con recelo Caniulaf, por los errores que cometió y porque “empezaron a gestionar el ducto en el sector de Chan Chan hacia Punta Iglesia, el cual es un territorio sagrado donde se realiza históricamente el nguillatún”.
Por su lado, Lienlaf dice que hoy ninguna persona del borde costero está de acuerdo con el ducto. Afirma que recién ahora la gente de Celco ha ido ha conversar con él, como para asegurarse de no perder el apoyo que alguna vez obtuvieron en base a los “chantajes” que nombrara Caniulaf.
HUMEDALES ARTIFICIALES
No sólo los mapuche están en contra del ducto. El presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la cámara alta, el senador Antonio Horvath, señala que la iniciativa de Celco tiene que contemplar otros métodos para tratar los Riles.
“Aquí de nuevo aparece el problema de invertir en un ducto o reciclar las aguas en el lugar. Creo que lo más atractivo es lo último. Hay que buscar una fórmula que incluso puede pasar por crear humedales artificiales que no afecten a los ecosistemas naturales. Los ductos deben poseer una garantía, no en el papel, sino en la realidad, de que no van a contaminar el mar. Nosotros hemos firmado el acuerdo de protocolo de Estocolmo, en el cual está estipulado que no pueden haber contaminantes orgánicos persistentes vertidos hacia el mar. En este caso, si el ducto transporta organoclorados, el emisario será cerrado al día siguiente”, señala el congresista.
Pero la posición de los indígenas es más radical, como nos cuenta Caniulaf: “Dependemos de las autoridades de Gobierno, para ver finalmente si se construye o no el ducto. Nosotros vamos a cumplir con nuestra parte en oponernos, pero a ellos les corresponde la decisión final. Si Celco o el Gobierno están dispuestos a matar una tradición milenaria que lo digan a los ciudadanos, porque después nos acusarán de terroristas”.
Rodrigo Vega
Mauricio San Cristóbal
Publicado en El Ciudadano
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